martes, 15 de abril de 2014

Mi afición por la pelota



Siempre me ha gustado el béisbol, y aunque confieso pocas veces tener paciencia para ver un juego completico, disfruto mucho sentarme frente al televisor y animar a mi equipo como si estuviese en el estadio (prefiero ver los juegos desde la comodidad de mi casa que desde un estadio colmado de personas).

Enojos, alegrías, rabia contenida, pre infartos en asomo y hasta lágrimas, en ocasiones, me han robado esos espectáculos del deporte nacional. Pero nunca antes había respirado tanto entusiasmo, como ahora, cuando Matanzas, por segunda ocasión consecutiva, es una de las protagonistas de la final de la pelota cubana.

Un duelo entre vegueros y cocodrilos, ambos equipos merecedores del respeto de la afición por su desempeño durante la 53 Serie Nacional. Enfrentamientos rompecorazones donde los matanceros, muchas veces, nos hemos llevado la peor parte pero que, sin lugar a dudas, despertaron, en todas y todos, un amor frenético por el deporte.

Vivimos la historia del bueno y el malo, el Víctor venerado y el Víctor odiado, pero el Víctor, esa gloria del béisbol que llegó a Matanzas para sacar a los cocodrilos del pantano y llenar las gradas del dormido estadio Victoria de Girón.

Víctor, con sus detractores y seguidores, con sus locas estrategias, no siempre airosas, pero impregnando a sus jugadores de ese vital espíritu de disciplina y entrega.

Mentiría si dijera que no sueño con el primer lugar, pero considero que los matanceros ya somos campeones. A veces perdiendo se gana y nosotros hemos recuperado algo muy importante que habíamos perdido: la pasión por la pelota. Eso no lo podemos perder de vista aunque haya días que detestemos hablar de béisbol y de todo lo que se le parezca.

Hace poco tuve la oportunidad de visitar la ciudad de Pinar del Río, y me sentí complacida al ver el ambiente que allí se respira.

No solo se trata de ganar, si no de disfrutar un espectáculo único donde prime, a pesar de la rivalidad, el respeto y la disciplina. Se trata de defender nuestro deporte nacional, de ver cómo la alegría une a personas totalmente extrañas y las hermana a ritmo de conga y trompetas.

No sé qué pasará hoy, quizás llore o grite de alegría, quizás cierre los ojos para que mi corazón no se paralice antes de tiempo, pero así es el deporte, y pase lo que pase todo mi apoyo será para los cocodrilos y, su triunfo o revés, lo sentiré como mío.



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