miércoles, 4 de junio de 2014

Terror al dentista




Siento ese olor inconfundible y algo se revuelve dentro de mí.

-Siéntate bien, me dice con amabilidad. Las hábiles manos enguantadas tocan mi boca. Estoy a punto de llorar, pero intento no ser cobarde.

-Hay que extraer la muela, me dijo y mi mundo se derrumbó.
Con ese recuerdo he vivido hasta hoy, a pesar de que han transcurrido más de diez años. Mira que tengo mala memoria para tantas cosas, y nunca he podido olvidar ese día.

Siempre le digo a quienes me conocen que tengo fobia al dentista, o al menos, un terror incontrolable. Por eso cuando me dieron la noticia de que debía sacarme los cuatro cordales, suspiré bien hondo y sentí que esa operación sería uno de los mayores retos de mi vida en relación con la medicina.

Desde entonces no he podido dormir bien, y siempre que hablo del tema se me aguan los ojos y un nudo se me hace en la garganta. Creo que nadie me entiende y me molesta que piensen que soy una infantil o lo hago por llamar la atención, mas, la verdad es que ese miedo me supera y no sé qué hacer.

Solo faltan seis días y cada minuto que gasta el reloj resulta un suplicio. ¿Quién tuviera una varita mágica para manipular al señor tiempo?

Dice la maxilofacial que primero serán dos, que siempre lo más conveniente es extraerlos todos. No tengo ni idea de que par serán los afortunados, en ese momento solo atine a una pregunta: ¿Doctora, usted tendrá por ahí la cremita que se usa para que la inyección no te duela?

Supongo por su rostro que pensó que estaba jugando con ella, no obstante, como para consolarme sonrió y me dijo: “no te preocupes”.

Pero, díganme la verdad ¿cómo no me voy a preocupar?

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